Me llamo Vanesa, soy fisioterapeuta y tengo 39 años.
Había oído en muchas ocasiones hablar de Africa a mi amiga Marta. Sabía que era una de sus debilidades, colaborar y ayudar a esas personas tan necesitadas y que a la vez no necesitan casi de nada, no solo para sobrevivir sino para sonreír y ser felices.
Pero fue en febrero de este año cuando pude conocer todo aquello que explicaba en primera persona, ya que me uní al viaje que tenía programado con algunos miembros de la asociación para iniciar un nuevo proyecto de desarrollo de una de las familias de Sare Futa.
No sabía que me iba a encontrar en realidad y puedo decir que nada más llegar me impactó el recibimiento que el poblado entero nos hizo con música y baile. Y no solo por el recibimiento en sí, sino porque ya pude comprobar los escasos recursos que tenían pero que eso no les impedía ser alegres, agradecidos y un ejemplo de cómo simplificar la vida y no necesitar casi de nada para sobrevivir y vivir.
Durante esas dos semanas pude comprobar al ritmo que todo se mueve en un lugar donde no hay medios pero que no pierden la esperanza, pude comprobar que el reloj era solo un objeto indispensable en nuestra estresada vida y comprobar que aceptar un plato de comida cocinado por ellos es uno de sus grandes tesoros y que a pesar de todo lo comparten con la mayor generosidad.
También aprendí que comer con las manos es un arte...
Desde mi corta experiencia quiero animar a todo el mundo a que por lo menos una vez en su vida hagan lo posible por descubrir las posibilidades de ayuda y se nutran de la humanidad y humildad de unas gentes que te hacen detenerte un momento en cuáles son los valores de la vida.